6/26/2009

Génesex


Adán pidió compañía y la tuvo. Eva fue hecha a la medida de su pareja. Era perfecta. Cada centímetro de su piel había sido soñado poco antes.
Podían yacer en cualquier lugar del Paraíso. No sentían vergüenza de su desnudez. Se acercaban para acariciarse, para explorar el cuerpo del otro disfrutando del roce de piel con piel. Si Eva se acercaba con intención de lamer el sexo de Adán el respondía procurando el máximo placer. La penetraba largamente haciendo que el cuerpo de Eva se estremeciera con cada embestida. El Paraíso lo era por eso.
Pero fueron expulsados y todo cambió. Sintieron la necesidad de taparse por si algo no le gustaba al otro. Eva se mostró esquiva por primera vez al ver que se acercaba. Él no se atrevió a tocar su cuerpo. Y ambos se fijaron en que la vejez iba desfigurando con crueldad la perfección.
Recordaban lo que fue cuando coincidían las apetencias. Construían distancias enormes cuando se daban la espalda al tumbarse. Soñaban con algunas cosas que ahora parecían imposibles.
Llegaron Caín y Abel molestando con sus juegos. Parecía estar ya todo hecho. Y el mundo empezó a llamarse mundo.

4 comentarios:

Ginebra dijo...

Vaya tristeza.

Borrasca dijo...

Esta es la historia verdadera, tal cual...
Y seguimos comportándonos como cuando fueron expulsados, añorando eternamente el paraíso que jamás volverá.

Besos borrascosos

Pepito Grillo dijo...

Joder, menudo panorama. ¿Sabe alguien cómo se llega al Paraiso ese?

Carmen Neke dijo...

La expulsión del Paraíso se parece sospechosamente al matrimonio :((