7/02/2009

La primera vez


El hombre camina despacio y piensa en la última vez que se acostó con una mujer. Historia repetida. Al despertar, solo en la cama. Su ropa en el suelo, junto a la silla. La cartera vacía un poco más allá. El recuerdo de una última copa. Y no saber nada más.
Sortea los pequeños charcos que se han formado en la acera levantada. Comienza a llover de nuevo. Abre el paraguas acelerando el paso. Una mujer intenta cubrirse con el bolso, pero la lluvia se hace intensa.
- Métase aquí debajo.
Ella duda aunque lo hace. Le dice que vive a tres manzanas de allí. Llegan al portal. Le da las gracias. Sigue caminando junto a la pared. Escucha como le llama. Se va a empapar. Le invito a un café. La ropa junto a la silla. La cartera vacía. Le tranquiliza saber que no ha probado el alcohol desde tres meses atrás. Se acerca despacio. Ella sonríe y mueve la mano al mismo tiempo que la cabeza en dirección al portal.
- ¿No le asustan los desconocidos?
- En absoluto, dice mientras comienza a desabrocharse la blusa.
- ¿Por qué hace esto? ¿Podría ser un bestia o un loco?
- Trátame de tú, dice dejando caer la falda.
Amanece. Solo en la cama. Algo confundido porque no sabe dónde está. Aparece y se apoya en la jamba de la puerta. Desnuda. Le gusta su cuerpo. Le gusta como maneja la situación.
- No quiero que vuelvas por aquí nunca más. ¿De acuerdo?
- No te causaré problemas.
Ella se acerca. Cuando está junto a la cama se lleva las manos a los pechos. No quiero que te olvides de mí nunca. Se arrodilla y comienza a lamer el pene erecto del hombre.
La acera está seca. Camina despacio y piensa en la última vez que se acostó con una mujer. Al despertar solo en la cama. Su ropa sobre la silla. Todo en orden. Aunque esta vez falta algo que no alcanza a entender. Se detiene y se da la vuelta. Mira la fachada de la casa. En la ventana del tercer piso está ella. Asomada. Dice adiós con la mano. Mejor pagar con billetes y no de esta forma, piensa el hombre que, obediente, se va para siempre, en busca de un bar cercano. Sólo ha sido un polvo. Es una fresca. Nada más. Intenta convencerse. Pero no puede evitar pensar en la primera vez que durmió con una mujer.

2 comentarios:

Borrasca dijo...

Definitivamente hay mujeres inolvidables, de esas que dejan huella perenne...

Besos borrascosos

JAB dijo...

El pago con la tristeza es la peor de las formas posible. Enhorabuena por el blog. Qué falta hacía un espacio para el erotismo sin caer en lo zafio.